El pasado 20 de octubre, la Arquidiócesis de Barranquilla celebró el Primer Encuentro Arquidiocesano de Pequeñas Comunidades en el Colegio San José. Este evento reunió a más de tres mil feligreses provenientes de 115 parroquias de todo el Atlántico. Con un enfoque en la comunión fraterna y el crecimiento espiritual, la jornada contó con la guía espiritual del padre Juan Jaime Escobar, reconocido predicador y sacerdote escolapio. A lo largo del día, los participantes vivieron momentos de oración, reflexión y convivencia que les permitió fortalecer su fe y su sentido de comunidad en Cristo.
La jornada de oración y reflexión en el encuentro de pequeñas comunidades
La jornada inició temprano con una oración dirigida por Monseñor Pablo Salas Anteliz, Arzobispo de Barranquilla, quien invitó a los presentes a vivir el encuentro con alegría y receptividad. “Este es un día para abrir el corazón y dejar que Dios actúe en nuestras vidas”, expresó el arzobispo. Acto seguido, dio la bienvenida al predicador invitado, el padre Juan Jaime Escobar, quien desde sus 37 años de sacerdocio y su labor como rector del Colegio Calasanz de Medellín, guio a la asamblea a través de profundas reflexiones espirituales.
Tres Momentos de Introspección Espiritual
La intervención del padre Juan Jaime Escobar se desarrolló en tres momentos claves, cada uno orientado por una pregunta esencial que permitió a los participantes meditar sobre su relación con Dios y con los demás. La primera pregunta, “¿Por qué Dios y solo Dios es necesario?”, resonó en los corazones de los presentes. Citando el Salmo 50, conocido como el “Salmo de la Misericordia”, el sacerdote recordó que “ante el pecado y la culpa, Dios siempre responde con amor, piedad y misericordia”, alentando a los fieles a recurrir a Dios como único remedio para las dolencias del alma.
El segundo momento giró en torno a la pregunta “¿Dónde y cómo cura Dios esa enfermedad incurable?”. Aquí, el padre Juan Jaime se apoyó en el Evangelio de Mateo, capítulos 18 y 19, destacando el pasaje que exalta a los niños como modelos de pureza y sencillez. “Dios nos creó con verdad, belleza y bondad”, afirmó el sacerdote, agregando que la comunidad cristiana tiene la misión de proteger esa pureza inherente, tanto en los niños como en los adultos que a menudo se ven perdidos en las dificultades del mundo moderno.
Finalmente, en el tercer momento, el sacerdote planteó la pregunta “Cuando Dios cura lo incurable, ¿qué forma de vivir debes tener?”. Para responder, recurrió a la carta a los Romanos, capítulo 12, que insta a los cristianos a vivir de manera que refleje la santidad y la gracia de Cristo. “Debemos ser Cristo en nuestras casas, irradiando paz, alegría, y sanación”, señaló. Esta reflexión marcó un llamado a vivir una vida de santidad cotidiana, no solo en la comunidad religiosa, sino en cada aspecto de la vida familiar y personal.
La comunidad como espacio de crecimiento
Además de ser un espacio para la oración y la reflexión, el encuentro fue una oportunidad para que los asistentes vivieran la fraternidad y el compañerismo entre las diferentes parroquias del Atlántico. Las pequeñas comunidades que participaron mostraron con entusiasmo su misión evangelizadora a través de momentos de alabanza, testimonio y servicio. En diversos espacios del Colegio San José, los fieles pudieron acercarse al sacramento de la reconciliación, reforzando así su compromiso con la vida cristiana.
El valor de la eucaristía: La culminación del encuentro fue la celebración de la Eucaristía, presidida por Monseñor Pablo Salas y concelebrada por Monseñor Edgar Mejía, obispo auxiliar de Barranquilla, junto a treinta sacerdotes de la Arquidiócesis y el padre Juan Jaime Escobar. Durante su homilía, Monseñor Pablo animó a los fieles a cuidar el amor de Dios en sus vidas. “Dios nos ama en nuestra pequeñez, en nuestros errores, y es ese amor el que debemos cuidar no solo en nosotros mismos, sino también en nuestros hermanos”, expresó el arzobispo.
El Primer Encuentro Arquidiocesano de Pequeñas Comunidades fue un éxito rotundo, no solo por la masiva asistencia, sino por el profundo impacto espiritual que dejó en los participantes. Este evento marcó un hito en el camino de la Arquidiócesis de Barranquilla hacia una iglesia más cercana, fraterna y comprometida con la misión de Cristo. A través de la reflexión, la oración y la fraternidad, los fieles renovaron su compromiso de vivir una fe viva y auténtica, centrada en el amor y el servicio a los demás.
Este encuentro, enmarcado en las palabras del Papa Francisco sobre la importancia de las pequeñas comunidades como células vivas de la Iglesia, refuerza la misión evangelizadora de la Iglesia en Barranquilla y destaca el poder transformador de la fe compartida en comunidad.
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